martes, 27 de septiembre de 2011

Más violencia colona, más demoliciones, más acoso en Cisjordania

Cisjordania,26/09/2011,alternativenews.org,Mikaela Levin

Casas demolidas en Anata Oriental en febrero de 2011 (foto cortesía del Land Research Centre)

Mientras el primer ministro israelí le dice a los medios internacionales que está "hambriento de paz", en el terreno, las políticas de colonización de la ocupación siguen absorbiendo tierra y acosando a las comunidades locales. Según el último informe mensual de OCHA, la violencia de los colonos no es lo único que escaló en la víspera de la iniciativa palestina en la ONU. Las órdenes de demoliciones y el acoso a las comunidades beduinas también están en alza en Cisjordania.

Sólo entre el 14 y el 20 de septiembre, cerca de mil árboles de olivos fueron cortados o dañados, la mayoría por colonos. Una de las zonas calientes han sido los pueblos palestinos de Qusra y Duma y sus campos, al sur de Nablus. El domingo (25 de septiembre), dos días después de los choques que dejaron un palestino muerto y otro cuatro gravemente heridos, los colonos atacaron de nuevo; esta vez cortaron más de 400 árboles de olivo.

Esta región ha vivido una tensión inusual desde principios de mes, cuando las fuerzas militares israelíes desmantelaron tres estructuras en un asentamiento de avanzada ilegal cercano. La respuesta inmediata de los colonos fue el ya bien conocido ataque a la mezquita de Qusra, pero desde entonces las supuestas represalias continúan y el odio inicial de los colonos contra las IDF ha sido redirigido a los habitantes palestinos.

Al sur, a sólo unos kilómetros de Jerusalén, la comunidad beduina en Anata Oriental enfrenta una nueva batalla legal contra las autoridades israelíes para poder conservar su único jardín de infantes y centro cultural. En la mañana del 14 de septiembre, un grupo de soldados y funcionarios de la llamada Administración Civil irrumpieron en la comunidad, tomó fotos del jardín de infantes y seis casas lindantes y, finalmente, entregó las órdenes de demolición. Según el director de la Sociedad Beduina de Jerusalén, Muhammad Kreishan, los israelíes les dieron una semana para demoler, ellos mismos, los edificios. El plazo ya terminó y, a pesar que la comunidad intenta cuestionar legalmente las órdenes de demolición, las familias saben que las topadoras podrían aparecer en cualquier momento.

El edificio del jardín de infantes tiene dos habitaciones, un patio de juegos y un baño. Unos 45 niños estudian allí todos los días y, durante la tarde y la noche, los adultos tienen sus clases o participan de eventos culturales. El comité de la Cooperativa Beduina de Jerusalén construyó el edificio en 2009 y desde entonces la UNRWA y otra organización internacional se ocupan de pagar los sueldos de los profesores.

Esta comunidad beduina había alcanzado un acuerdo con las autoridades israelíes después de las dos demoliciones de gran envergadura de 2000 y 2004. Habían trazado una línea y dentro de ella no existía riesgo de demolición. Sin embargo, el crecimiento natural de la comunidad los obligó, cinco años después, a extenderse unos metros más allá de la línea imaginaria. Ahora el Centro de Ayuda Legal de Jerusalén está intentando apelar ante la Corte Suprema de Justicia israelí con el único objetivo de conseguir una suspensión temporal de las órdenes de demolición.

Otro pueblo beduino de esa área que está viviendo bajo la amenaza constante de las demoliciones israelíes es Khan Al-Ahmar. Este grupo de comunidades de alrededor de 2.300 beduinos, la mayoría refugiados del Neguev, se encuentra justo en el medio de los asentamientos de Ma´ale Adumim y Kfar Adumim, en los suburbios de Jerusalén. El año pasado las autoridades israelíes habían cancelado todos los permisos de trabajo de los hombres locales que trabajaban en los asentamientos cercanos; este año las mismas autoridades emitieron órdenes de demolición para ocho refugios, varias estructuras para el ganado y una mezquita provisional. El resultado de todo este acoso es que el único medio de sustento que les queda son 140 cabras y la ayuda que reciben de la UNRWA y algunas organizaciones de derechos humanos israelíes.

Como en muchas otras comunidades y pueblos palestinos, las autoridades israelíes están utilizando una estrategia de estrangulamiento. En otras palabras, eliminar todos los medios posibles de subsistencia hasta que la población local no tenga otra opción que irse "voluntariamente". Los israelíes necesitan la tierra de estas comunidades beduinas para sus planes de expansión de ese bloque de asentamientos y, por esa razón, hace tiempo que intentan convencerlos de trasladarse al enorme basurero de Jerusalén en Bethany, el lugar donde Lázaro resucitó a Jesús de entre los muertos. Las autoridades israelíes ya enviaron topadoras al antiguo basurero para tapar los residuos y nivelar el terreno.

Historias como esa crecen como hongos a lo largo y ancho de Cisjordania, bajo la mirada ausente de la ONU y los enviados europeos y norteamericanos que limitan sus constantes visitas al centro de Ramala y Jerusalén. Hace sólo unos días, la organización Paz Ahora denunció la confiscación de alrededor de 100 hectáreas de tierra privada palestina en el norte de Cisjordania. Según la organización israelí, la confiscación favorecerá a dos asentamientos no declarados, Haresha y Havovel. Mientras las cortes israelíes discuten el recurso presentado por Paz Ahora para desmantelar estos asentamientos de avanzada ilegales, la ocupación militar israelí –mucho más eficaz y eficiente que la diplomacia israelí- se apura a crear hechos consumados y cambiar la realidad sobre el terreno.

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