domingo, 10 de julio de 2011

En dirección a La Meca

VITORIA,10.07.11,elcorreo.com,MARÍA ZABALETA


La Vitoria islámica. Cientos de musulmanes se citan en las mezquitas de Vitoria para orar. A ellos se les quedan «pequeñas», pero la apertura de una nueva en Zaramaga ha destapado la caja de los truenos. :: IGOR AIZPURU

El rechazo frontal de la mezquita de Zaramaga destapa los «prejuicios y el miedo injustificados» hacia una comunidad que suma más de 8.000 fieles en Vitoria

EL ISLAM EN VITORIA

El colectivo musulmán. Son más de 8.000, lo que supone el 35% de la población inmigrante de Vitoria.
Por barrios. Se concentran en el Casco Viejo, Coronación y Arana.
Convivencia. Seis de cada diez vascos considera que para ser aceptados deberían abandonar su cultura y sus costumbres.
Percepción. El 15,4% de los vascos considera la inmigración como un problema, por detrás del paro, los problemas de índole económica, la vivienda y ETA.

Si cualquiera de nuestros ancestros pudiera volver a la vida para darse un paseo espectral por ciertas zonas de su ciudad, seguramente pensarían que la máquina del tiempo les estaba gastando una broma. Aquella Vitoria en la que toda o casi toda la población era blanca, vestía de manera acorde a la clase social de cada cual, se recogía en casa a la misma hora, acudía en peregrinación a las misas 'de domingo' y sólo había visto extranjeros exóticos en las películas viajó con ellos a una vida mejor. Ahora, Vitoria tiene la piel de ébano, los ojos rasgados y viste chilaba o chador.

La capital alavesa tiene, de hecho, la mayor tasa de inmigración de Euskadi -un 10% frente al 6,4% de media vasca- y más de un tercio rinde culto a Alá. Dicho de otro modo, ya son más de 8.000 los ciudadanos empadronados en la capital que siguen la doctrina del Islam, «una religión y una forma completa de vida» que los musulmanes articulan alrededor de las mezquitas, su lugar sagrado, su epicentro civil y la verdadera balanza para calibrar el peso de la comunidad islámica en cualquier lugar.

El primer templo islámico vasco se abrió en Eibar en 1982 a raíz del fallecimiento de una mujer musulmana y de la carencia de un espacio donde celebrar ritos funerarios. Casi tres décadas después, existen una veintena en Euskadi, ocho de ellas en Vitoria. En breve, podrían ser nueve y la caja de los truenos ha reventado. ¿Son muchos 8.000 musulmanes para una población de apenas 240.000 habitantes? ¿Hay una base sólida que justifique un rechazo tan contundente? ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Hay que temer explosiones xenófobas?

Antes de entrar en análisis empíricos, conviene recordar que, de entrada, el colectivo magrebí «es el peor valorado, tanto por la población autóctona, como por otros colectivos de inmigrantes. Y musulmán se relaciona con magrebí», apunta el coordinador del Observatorio vasco de Inmigración, Gorka Moreno.
Factores históricos, un abismo religioso y cultural y la mala imagen que contamina a todo el Islam por causa del terrorismo islamista están detrás de esa inquietud que se prejuzga como forastera, extraña e inquietante. «La diferencia siempre crea miedo, miedo al otro. Y si ese otro se reviste de unas características tan diferentes a las de uno, la cosa se complica más», razona el sociólogo del Ayuntamiento de Vitoria, Luis Mendizábal.

Temor irracional

No obstante, aunque «humano», lo cierto es que ese temor juega dentro de lo irracional. Propulsado, de un lado, por el efecto de la crisis y por el miedo que nos provoca y comprensible, de otro, «porque las relaciones interculturales siempre están expuestas al prejuicio», expone el Síndico, Javier Otaola. Y es que, si bien la islamofobia, matiza el sociólogo y catedrático de la Universidad de Deusto, Jesús Prieto Mendaza, «no surge de la nada» -Al Qaida, los movimientos salafistas o la Yihad en el Magreb tienen mucho que ver-, los estigmas con que cargan los musulmanes son «falsos». No son, por definición, «delincuentes, ni traficantes, ni violentos, ni machistas». «Pero la mala acción de una persona sobre un colectivo de 8.000 -abunda Prieto Mendaza- es demoledora en este caso».

Los flujos migratorios, y por extensión el islámico, surgen por la «búsqueda de una oportunidad de vida que no la tienen en sus países de origen» -recuerda Mendizábal- y «se desarrollan en función de la estructura laboral y la realidad socioeconómica» de los lugares de acogida, apoya Gorka Moreno. Dicho de otro modo, los emigrantes van allá donde pueden trabajar.

Sirve este análisis para entender dos cosas. Primero, para interpretar, sin prejuzgar, por qué en Vitoria la tasa de inmigración supera en casi cuatro puntos a la del conjunto de Euskadi. «En Bizkaia y Gipuzkoa el nicho laboral para la inmigración es el de las labores domésticas porque la industria es de difícil acceso. En Álava, sin embargo, el sector primario tiene un peso muy importante y la construcción, hasta que ha hecho 'crack', ha sido también determinante».

¿Y sus ayudas sociales y la alta calidad de sus servicios asistenciales? Los expertos descartan que supongan un efecto llamada. Y ponen ejemplos. «En Madrid o en Valencia, donde las prestaciones sociales son mucho peores, la tasa de inmigración es muy superior». Por no mencionar localidades como Torre Pacheco, en Murcia, o El Ejido, en Almería, donde sólo cuatro de cada diez habitantes son de nacionalidad española.

Así, con un número de inmigrantes «asumible», sólo procede dar pasos en favor del «entendimiento y la tolerancia». «La integración total, aunque no imposible, es muy poco habitual porque es normal que entre diferentes cada uno quiera mantener e incluso reafirmar su identidad», expone Luis Mendizábal. Por ello, se trata de buscar un «equilibrio de la convivencia dentro de la tolerancia y del respeto a los derechos humanos». Ahí está el límite. Porque la libertad religiosa, como derecho fundamental, no puede verse afectada por prejuicios o suposiciones, sino exclusivamente por principios de orden público y por otros derechos fundamentales.

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