lunes, 20 de junio de 2011

"Por primera vez, los árabes han tomado las riendas de su destino"

SANTO DOMINGO,20.06.11,larioja.com,JAVIER ALBO.

Ángeles Espinosa. La periodista calceatense se encuentra ahora en España, alejada del 'ruido' de su escenario de trabajo. ::L.R.

La periodista de Santo Domingo analiza la situación en varios países árabes por la demanda de derechos de sus ciudadanos, Ángeles Espinosa Corresponsal de 'El País' en Oriente Medio

Conoce, como pocas personas, lo que está ocurriendo en el mundo árabe. La calceatense Ángeles Espinosa, corresponsal de El País en Oriente Medio, ha sido testigo directo, con toda la cercanía a la primera línea que se le ha permitido, de los vientos de cambio que soplan en varios países, y habla de ellos.

-¿Qué ha ocurrido en los últimos meses en el mundo árabe?
-El descontento acumulado durante años de dictaduras, nepotismo y corrupción ha estallado de la mano de las nuevas generaciones. Los jóvenes, que han crecido en un mundo intercomunicado y con mayor acceso a la educación, no se resignan ante la falta de expectativas laborales y personales. No se trata de revueltas económicas sino por la dignidad y el derecho a decidir por sí mismos sin que el Estado les trate como eternos menores de edad. Eso lo han respaldado también mujeres, intelectuales y personas de toda condición social.

-¿Existe en estos países la necesaria mentalización para asentar en ellos auténticas democracias?
-Existe el deseo de participar en las decisiones de sus respectivos países, de que se les tenga en cuenta. Eso es la base de la democracia. Ahora bien, tras décadas de parálisis política y alienación económica los obstáculos que hay que vencer son enormes. Además, las fuerzas que se oponen al cambio, en cada país y en la región en su conjunto, están exacerbando las líneas de fisura para tratar de probar que la democracia no es posible y que lo que se avecina es el caos. El camino no va a ser fácil, pero por primera vez en la historia reciente los ciudadanos árabes han tomado las riendas de su destino.

-Muchos atisban en el islamismo un riesgo para estos cambios...
-El islamismo radical y violento ha sido utilizado por los autócratas para justificar su permanencia en el poder por encima de elecciones. Sin embargo, hace tiempo que numerosas voces advertían de que la represión de las dictaduras es el principal alimento del extremismo. Las propias revueltas árabes han sido una bofetada a la vía terrorista predicada por Bin Laden. Los manifestantes pacíficos de Túnez o Egipto han conseguido en pocas semanas lo que Al Qaeda y sus aliados locales no lograron en dos décadas de terror. Eso no quiere decir que los extremistas no vayan a intentar descarrilar un proceso que a todas luces les margina. Otra cosa es el islamismo moderado, que opta por la vía de la política para avanzar su programa, como en el caso de los Hermanos Musulmanes egipcios. Durante años de negación de los derechos políticos, la mezquita se convirtió en la única alternativa desde la que expresar el descontento. De ahí que los islamistas estén más organizados que el resto de los grupos. Pero no está claro que sean la mayoría y, en todo caso, hay también un cambio generacional. Incluso los jóvenes islamistas están diciéndoles a sus mayores que quieren ser parte del mundo y no aislarse de los avances y el desarrollo.

-¿Estamos hablando de un proceso irreversible?
-Sin duda, las relaciones de los ciudadanos árabes con el Estado nunca volverán a ser las mismas, aunque no sepamos qué forma van a adquirir de ahora en adelante.
-Ha estado en Yemen. ¿Qué final vislumbra para este caso?

-Es uno de los más complicados porque la protesta popular que tomó las plazas en Taiz y Saná ha quedado eclipsada por una lucha de poder entre dos clanes rivales, el de los Al Ahmar y el de la familia del presidente. Tras la muerte del patriarca de los Al Ahmar, aliado del presidente Saleh, los intereses económicos de sus hijos chocaron con el oligopolio de los Saleh. Ahora han encontrado la excusa perfecta para librarse de él apoyándose en la revuelta. Sin embargo, los Al Ahmar no son ni demócratas ni modernizadores. Es más, frente a ellos y su código tribal, Saleh es el mal menor. Los acampados en la plaza de la Universidad quieren un cambio de régimen, no el cambio de un autócrata por otro aún peor.

-Libia. ¿No cree que conforme pasa el tiempo, se desdibuja el papel de las tropas aliadas?
-La resolución de la ONU es muy clara al respecto (protección de los civiles y embargo de armas a las partes en conflicto), pero algunos miembros de la alianza anti-Gaddafi están perdiendo la paciencia con el estancamiento y adoptando medidas que exceden ese mandato. Cuanto más se prolongue esta situación, más difícil va a ser no dejarse arrastrar.

-Gadafi, para muchos un loco, para otros un «amigo extravagante» de la Comunidad Internacional...
-Extravagante, sin duda. ¿Amigo? No sé de quién. Es una vergüenza que la comunidad internacional, con EEUU a la cabeza, le 'perdonara' su respaldo al terrorismo a cambio del acceso a sus hidrocarburos. Nadie hizo ninguna reflexión sobre la represión interna.

-La muerte de Bin Laden, ¿ha incidido en algo en este proceso?
-Si acaso, en subrayar aún más que la mayoría de los árabes (y de los musulmanes) discrepaban de sus planes descabellados. Aunque ha habido voces, como en Europa, que han criticado la forma en que actuó EEUU o el hecho de que se le diera sepultura en el mar, apenas una minoría poco significativa ha llorado su muerte.

-¿Está tomando Irán alguna nota de lo que ocurre a su alrededor?
-¡Y de qué manera! Por un lado, en su propaganda ha optado por negar lo evidente y presentar las revueltas como un «despertar islámico». De acuerdo con sus medios de comunicación -todos bajo control estatal-, lo que hacen los árabes es una revolución como la que los iraníes hicieron en 1979, nada más alejado de la realidad. Por otro, los responsables han intensificado la represión para evitar que lo que sucede en los países vecinos pueda reavivar la llama del descontento que los iraníes mostraron hace ahora justamente dos años, tras la controvertida reelección de Ahmadineyad como presidente.

-¿Algún parecido entre 'los indignados' españoles y lo que ocurre en alguno de estos países?
-Sólo en la forma, en el hecho de trasladar el hartazgo, de la charla de amigotes a la plaza pública, y en que sus impulsores sean en su mayoría jóvenes. En el mundo árabe se protesta para reclamar los derechos y libertades que tenemos aquí. En cuanto a nuestros 'indignados', nada más llegar a Madrid me fui a verles a la Puerta del Sol, y las quejas que oí y leí no iban contra el sistema democrático sino en el sentido de enderezarlo y poner coto a las amenazas que para la democracia representa el exceso de poder de los mercados y el acomodo de la clase política.

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