La cadena Quick anuncia la apertura de 22 restaurantes con dieta exclusivamente ‘halal’ y recibe fuertes condenas políticas acusándola de discriminación y de atentar contra los valores de la República. “Sólo son negocios”, asegura la empresa. El revuelo vuelve a cuestionar dónde está la barrera entre el respeto, la integración y el racismo en el país.
Ni la prohibición del burqa, ni la poligamia, ni el compromiso con los valores franceses en un contrato de integración: el nuevo campo de batalla de la integración en Francia lo ha abonado la decisión de la cadena de comida rápida Quick de abrir un total de 22 establecimientos de comida exclusivamente halal, es decir, de acuerdo a los patrones y rituales que marca la religión islámica.
Según esta práctica, los musulmanes no pueden comen carne de cerdo ni comida que haya tenido contacto con este animal, así como tampoco alimentarse de aquellos alimentos que contengan aditivos que deriven de él. Otras de las normas de este ritual marca que no se puede comer ningún animal sobre el que no se haya invocado el nombre de Alá en el momento de su sacrificio y que este debe ser orientado hacia La Meca en el momento de matarlo, así como otras prácticas prohibidas tales como ingerir sangre o aves con garras, entre otras.
A cumplir estas premisas se ha comprometido la cadena de cómida rápida Quick –que compite en Francia con McDonalds-, que ya tiene abiertos ocho establecimientos de este tipo y piensa inaugurar en breve otros 14 y, que, para su sorpresa, ha generado un gran revuelo político con esta iniciativa. “Abrir restaurantes sólo con productos pensados para musulmanes supone una discriminación social y religiosa”, opinó al diario Le Parisien el alcalde del partido conservador UMP de la ciudad de Rosny sous-Bois, uno de los lugares donde se ha abierto uno de estos establecimientos. No era por conservador. Su homólogo socialista de la ciudad de Roubaix ha ido más lejos y amenaza con denunciar a la cadena por prácticas discriminatorias.
Así el fuego de la polémica ha ido recorriendo la mecha de las instancias francesas hasta alcanzar a las altas esferas, donde el ministro de Agricultura, Bruno Le Marie, ha estimado que abrir estos establecimientos atenta contra los valores de Francia.
Un nuevo escalón en el debate entre el respeto cultural y la integración
Hace una semanas, el Comité de la ONU que se encarga de los asuntos de discriminación racial advirtió al Gobierno francés del auge de “los actos racistas en Francia”, al hilo de las deportaciones de gitanos y el discurso contra la inmigración que ha adoptado el presidente Nicolas Sarkozy. Las costumbres culturales de los inmigrantes y su compatibilidad con los valores de la República ha provocado encendidos debates en Francia, y la comida se ha convertido en un arma arrojadiza que ha llegado a terrenos peligrosos en ciertos colectivos.
Un buen ejemplo de esto ocurrió en junio, cuando diversos grupos de derecha junto a otros laicos convocaron por Facebook algo que se dio a conocer como el Aperitivo del salchichón y el vino, una iniciativa que consistía en realizar un llamamiento a la población para consumir juntos estos productos prohibidos para los musulmanes en Goutte d’Or, un barrio de París con fuerte presencia de población musulmana donde éstos ocupaban la calle para rezar mirando a La Meca porque no caben en su abarrotada mezquita.
“No nos podemos sentir en casa, los franceses no podemos tomar una copa, (los musulmanes) miran de reojo a las mujeres que no usan velo o que se visten de manera elegante” se quejó entonces una de las convocantes del barrio al diario francés Libération. Al final la convocatoria fue prohibida, “por tener un tufillo racista”, a ojos de los diputados comunistas que solicitaron su prohibición. Este sábado, estos colectivos lo intentarán otra vez en París, en una nueva convocatoria.
El mercado ‘halal’, un negocio boyante
Integración, igualdad, discriminación, diversidad multicultural… todos estos altos conceptos que han ido hilando un fino debate en torno al tema, no dicen nada a la cadena de comida. Su vocación es mucho menos romántica: “Es una manera de ganar cuota de mercado frente a un competidor”, reconoció simple y llanamente el director general de Quick, Jacques-Edouard Charret, refiriéndose a Mc Donalds, que tiene abiertos 1.150 establecimientos en el país, frente a los 358 de su compañía.
Efectivamente, todo lo que afecte a 5,6 millones de personas, que es el volumen de musulmanes que habitan en Francia, es una oportunidad de negocio. Según un estudio del instituto demoscópico IFOP, el 60% de las personas de origen musulmán en Francia compra sistemáticamente productos halal, lo que se traduce en unos ingresos totales de 5.500 millones de euros, bastante más que los 2.600 millones que mueve el mercado de productos biológicos, muy implantados en el país. Interesa más el bolsillo musulmán que el bolsillo hippie que quiere comer sin residuos tóxicos, en conclusión. “En Quick hemos tenido que aumentar un 25% el personal desde que atendemos esta demanda”, resume la empresa. Lógica aplastante.
Todavía hay otra arista a tratar en este mercado, que es la que le ha interesado destacar al partido de extrema derecha del clan Le Pen, el Frente Nacional, conocido por su duro mensaje contra la inmigración que a muchos en Francia les parece que traspasa la barrera de la xenofobia. Marine Le Pen, vicepresidenta del partido e hija de su fundador, ha acusado a la empresa de imponer un “impuesto islámico” sobre sus productos.
¿Por qué un impuesto islámico? Porque para conseguir el certificado de garantía halal se debe pasar la revisión de las correspondientes asociaciones religiosas islámicas, que recibirán un porcentaje de los beneficios de los productos que se vendan en estos establecimientos. Y es que un menú halal no es ninguna broma que los clérigos vayan a dejar en manos de paganos.
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miércoles, 1 de septiembre de 2010
La hamburuesa islámica pone a prueba la integración en Francia
Paris,01/09/2010,noticiaaldia.com
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