lunes, 16 de agosto de 2010

´Ojalá cada mes fuera Ramadán´

Tenerife,16/08/2010,laopinion.es,ANDRÉS LOBATO

Una cena de reunión. La familia Sayouri se dispone se reúne en torno a la mesa mientras Safaa sirve harira, una sopa típica de los países musulmanes. josé luis gonzález

La caída del sol marca durante el mes sagrado del Ramadán el final del obligado ayuno y la familia Sayouri prepara su cena y sigue desde Santa Cruz de Tenerife el
Una cena de reunión. La familia Sayouri se dispone se reúne en torno a la mesa mientras Safaa sirve harira, una sopa típica de los países musulmanes.

Como cada día durante las treinta jornadas de este periodo, la familia Sayouri comienza a preparar la mesa, esperando el momento para ingerir los primeros alimentos y el comienzo de la oración de Magrib. Según afirma Barakat, el padre de familia, este periodo, que constituye uno de los pilares del Islam, sirve para meditar, acercarse a la doctrina del profeta Mahoma y aprender a valorar cosas tan habituales como la comida y la bebida. Además, estrecha los lazos entre los miembros de la familia y el resto de la comunidad en un mes de "felicidad" para los musulmanes de todo el mundo.

Un reloj en el salón suena a las ocho y cuarenta y seis minutos de la tarde mientras la televisión retransmite el rezo que sucede de forma simultánea en La Meca. Es el momento de la caída del sol en Santa Cruz, el fin del obligado ayuno diario para todos los musulmanes durante el mes sagrado de Ramadán.

Como el resto de sus correligionarios de todo el mundo, los Sayouri comenzaron el pasado miércoles los treinta días de privación, de reflexión y de acercamiento a Alá que constituyen el cuarto pilar del Islam. "Es algo físico y espiritual. Así purificamos nuestra alma y nuestro cuerpo", asegura Barakat, el padre de familia, mientras bebe los primeros sorbos de irssous, una bebida refrescante a base de regaliz originaria de Oriente Medio.

Sobre la mesa una bandeja de dátiles recuerda la tradición de comenzar la ingesta de alimentos con este fruto, tal y como en su día hizo el profeta Mahoma. En torno a ella, todos los miembros de la familia cogen fuerzas después de una jornada especialmente dura a causa de las altas temperaturas del mes de agosto. En días así, explican Barakat y Safaa, su mujer, es mucho más duro cumplir con sus obligaciones religiosas "aunque nosotros, a nuestra edad, ya estamos acostumbrados".

Los que más sufren la imposibilidad de comer y beber son los más pequeños de la casa. Wasim, de diez años, y Dania, de doce, viven en el presente año su segundo Ramadán "completo". El pasado 2009 cumplieron por vez primera con la obligación de no comer ni beber durante todo el mes. Los dos reconocen que les costó adaptarse, pese a que en años anteriores ya habían ayunado durante algunos días sueltos para imitar a sus mayores y comenzar a acostumbrarse.

"El primer día fue difícil, pero el resto ya son normales", explica Wasim, quien reconoce entre bocado y bocado que permanecer en casa durante las horas de mayor temperatura les ayuda a eliminar posibles tentaciones. Sin embargo, y a pesar de la dureza, admite que esperaba "con ilusión" la llegada del mes sagrado.

Tiempo de reflexión

Durante el Ramadán, las horas diurnas ayudan a los practicantes del Islam a reflexionar y a tomar conciencia de aquellos hábitos que normalmente pasan desapercibidos, como comer o tomar un simple té. "Sirve para que valoremos más la comida y también para que nos pongamos en el lugar de aquellos que no tienen que comer durante el resto del año. Nos recuerda que debemos ayudar a los más necesitados", señala Barakat, nacido en Palestina y residente en Tenerife desde hace más de una década.

Sin embargo, el matrimonio rechaza con una sonrisa la extendida creencia de que el Ramadán se reduce a la privación de alimentos. Ambos aseguran que la importancia de este periodo sagrado va mucho más allá y que sirve para estrechar los lazos existentes entre la familia y la comunidad. "Es felicidad y una época en la que estamos más en contacto con nuestros familiares, con nuestros amigos y con el resto de la sociedad. Ojalá todos los meses fueran Ramadán", subraya Barakat, para posteriormente añadir que es más difícil sentir el calor de la celebración en aquellos países con poca presencia musulmana.

Del mismo modo, estos treinta días, en los que también está prohibido fumar y mantener relaciones sexuales durante las horas de sol, entre otras cuestiones, sirven para que aquellos que están "más alejados de fe musulmana" retomen con fuerza su religión. Buena prueba de ello es que la única mezquita de la capital, situada en la calle Calvo Sotelo, se queda todavía más pequeña de lo normal durante el último rezo del día con la presencia de algunos poco habituales.

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