viernes, 6 de agosto de 2010

Hiroshima, nunca más

Hiroshima,06/08/2010,generaccion.com,Francisco Huanacune.



Hace 65 años, exactamente un día como hoy, el Little Boy, tal como se le llamó a la primera bomba atómica, desde lo alto de un cielo azul era lanzado un objetivo civil. El nombre de la ciudad mártir, nada menos que la hoy conocidísima Hiroshima, una ciudad ubicada en la región de Chugoku al oeste del Japón.

En unos cuantos minutos, unos 120 mil súbditos del entonces Emperador del país de El Sol Naciente, Hirohito, morirían terriblemente calcinados. O se volatilizarían. Otros, 300 mil quedarían malamente mutilados en cuerpo y alma de por vida, víctimas de las variaciones y mutaciones genéticas debido a su alta exposición a la radiación, en medio de una ciudad de la que solo quedó en pie algo así como el 30 por ciento.

Fue exactamente a las 8 y 15 de la mañana de aquel aciago 6 de agosto de 1945 que la bomba fue lanzada. Cuenta la historia que en menos de 55 segundos, luego de ser arrojada por el B-29 Enola Gay desde una altura de 9855 metros, el Little Boy alcanzó la distancia de 600 metros de la superficie y explotó. Un hongo gigante pronto se visualizó, que a medida que crecía en diámetro y ganaba en altura, más destrucción sembraba.

Por lo que le sucedió a Hiroshima tras aquel dantesco instante de aquella mañana del 6 de agosto y luego, tan solo tres días después, a la ciudad de Nagasaki cuando otro bombardero dejó caer la segunda bomba atómica bautizada con el sugerente apelativo de Fat Man, la humanidad, mejor dicho lo que quedaba de ella, descubriría lo que nuestra especie es capaz de hacer cuando la irracionalidad hace presa de ella.

La Segunda Guerra Mundial que se había iniciado el 1ero de septiembre de 1939 cuando la Alemania nazi invadió Polonia muy pronto llegaría a su fin. Tan solo seis después del lanzamiento de la segunda bomba, el 15 de agosto, los japoneses se rendían en forma incondicional. Más pudieron las palabras de Harry Truman, entonces presidente de los Estados Unidos, quien dijo que destruiría Japón de ser necesario a fin de pacificar el mundo. El orgullo y la fiereza nipona cedieron ante lo inconmensurable.

Hoy, pasados los 65 años desde aquel trascendental momento para el Japón y la humanidad, con la perspectiva que el tiempo nos permite, conviene pensar en los cientos de miles que directa e indirectamente, tal como han mostrado las décadas que se han sucedido desde entonces, a fin de sopesar la pertinencia de la utilización del arma nuclear. Las imágenes que se precipitan atropellándose y que golpean nuestra conciencia asi lo exigen.

Si el hombre, entendido este en su completa multidimesionalidad, es el objetivo de la promesa de la vida en humanidad, entonces de ninguna manera podemos aceptar que las armas nucleares proliferen en ninguna sociedad organizada que se considere digno de autodenominarse civilizado. Sea cuales fuere la talla y la preeminencia que tenga este en el planeta.

Es el momento no solo de, haciendo un balance histórico, de pedir disculpas por el mal que entonces se infligió a cientos de miles de seres humanos. Es la oportunidad de osar y dar un paso más hacia adelante. El presidente Barack Obama, líder de la primera potencia a nivel mundial, tiene la palabra y la oportunidad de hacer prevalecer su filosofía con respecto a los derechos humanos y proponer a las civilizaciones que pueblan nuestra Tierra la prohibición en el uso de estas armas letales. El tiene hoy la palabra. Pero presidente Obama, Hiroshima nunca más...

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