Varios de los convertidos al islam hacen un alto en su rutina laboral para escuchar al imán Ibrahim Abousalem, del Centro Islámico de San Juan, establecido en la Isla desde 1982. Es mediodía de un viernes. El movimiento vehicular es constante; muchos van deprisa. Algunos trabajadores consumen su hora de almuerzo luego de una intensa mañana laboral. Otros siguen laborando. Pero ellos no.
El reloj les ha indicado el momento de hacer una pausa. Tienen que orar. Se reúnen en el edificio #217 de la calle Padre Colón de Río Piedras. Son hombres, jóvenes y adultos, de sitios tan lejanos como Egipto, Palestina y Líbano. Son más de 60 árabes.
Los varones se introducen a la mezquita por la “Entrada”; también hay mujeres, pero ellas se ubican en un lugar aparte, dirigido por el letrero “Entrada mujeres”.
Antes de pasar el umbral, se despojan de sus calzados. Todo es silencio, sólo se escuchan el movimiento de los abanicos, la voz del imán Ibrahim Abousalem del Centro Islámico de San Juan -la primera mezquita en establecerse en la Isla en el 1982- y los sonidos lejanos que llegan de la ciudad.
El blanco domina la escena. En las alturas de las columnas está escrito en árabe: “Alá es grandísimo” y “Mahoma es el profeta”.
Se quedan de pie, inclinan levemente el cuerpo, se arrodillan y colocan sus manos abiertas y la frente sobre el piso. Sienten que están frente a Alá (Dios). Luego se sientan en el suelo.
Un pequeño grupo se reúne para escuchar a quien les traduce las palabras del imán, vestido de blanco, al español. Mientras, las mujeres permanecen en otro de los cuartos de la mezquita.
Pero no son los únicos. El panorama se repite en el resto de las mezquitas de la Isla ubicadas en Aguadilla, Hatillo, Vega Alta, Fajardo, Jayuya, Ponce, Aibonito y Montehiedra.
Según datos de agencias federales, la población musulmana estimada en la Isla asciende a 5,091. Mayormente son palestinos y suníes, una rama del islam. “La mayoría vinieron así, un familiar había venido antes y empiezan a llegar por la familia que está aquí”, dijo Omar Abdul-Hadi, traductor libanés del imán.
En cada una de las mezquitas hay un grupo de puertorriqueños musulmanes. Ése es el caso de Adullah Saber. “Llegué a la conclusión de que el islam es la verdadera religión”, dijo el hombre con familiares de diferentes grupos cristianos. Hace tres años practica el islam.
Al estar en un país de mayoría cristiana, Saber trata de sacar “algún rinconcito” durante horas laborables para cumplir con las cinco oraciones del día (salat). “A veces es un poco difícil”, confesó.
De otra parte, Abdul-Hadi indicó que lo más complicado de la adaptación a la Isla ha sido el idioma, porque “no hay muchas diferencias (en lo demás). Hay muchas costumbres de respeto en la familia... Empezamos a comer lo que se come aquí: amarillo, plátano, aguacate”.
En Puerto Rico, los hombres no visten con túnicas, por lo que pueden confundirse entre los puertorriqueños. Mientras, las mujeres utilizan un velo alrededor de su cabeza, exceptuando su rostro, y vestimentas que cubren todo su cuerpo, menos sus manos.
“La mujer tiene que taparse, primero para Dios, para no provocar a nadie”, comentó Maritza Medal de Yacub, una nicaragüense, ex católica y residente en la Isla hace 35 años, cuando emigró junto con su esposo musulmán.
Esa tarde, Maritza vestía con ropas oscuras, largas, y un velo negro y gris.
Según el libanés Abdul-Hadi, la mayoría de los hijos de la comunidad musulmana estudian en escuelas públicas o privadas, aunque a algunos los mandan al extranjero.
“El pueblo puertorriqueño es tremendo, hospitalario... La gente aquí es bien buena y nos acogen de lo más bien”, aseguró Abdul-Hadi.
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