lunes, 10 de noviembre de 2008

La única mezquita de Perú se va quedando sin fieles

Tacna , 10 de Noviembre del 2008, rpp.com.pe.

La mezquita de Tacna (sur de Perú), una rareza arquitectónica de estilo asiático donde en sus buenos tiempos rezaron hasta 600 personas, se va quedando poco a poco sin fieles.

Situada al sur de la ciudad, en la carretera que conduce al aeropuerto, la mezquita se llama "Bab ul-Islam" (Puerta del Islam) y fue construida en enero de 2000 por la entonces poderosa comunidad paquistaní.

Es la única mezquita levantada con tal fin en el país, con su alminar y su cúpula, pues los musulmanes de Lima se reúnen en un simple oratorio.

Atraídos por la liberalización del mercado de automóviles usados decretada por el gobierno de Alberto Fujimori, llegaron a ser más de 500 los paquistaníes establecidos en Tacna, dedicados casi exclusivamente a la importación de coches de Japón y Estados Unidos.

Medio millar de musulmanes necesitaban una mezquita donde reunirse, así como alguien que se ocupara de sus particularidades alimentarias y les proveyera de comida "halal", es decir, permitida por el islam.

No sólo es la prohibición total del cerdo y el alcohol, sino que todos los animales deben ser sacrificados mediante un corte en la yugular hecho por un musulmán, mirando a La Meca y haciendo desangrarse al animal hasta la última gota.

Mohamedi Iqbal, paquistaní de Zahival, en el Punyab, vio pronto una oportunidad de negocio en este rubro, abrió un restaurante llamado simplemente "Fast Food Halal" y habilitó una pequeña pieza en la trasera de su negocio donde mata pollos y carneros, además de las reses que sacrifica en los "camales" o mataderos públicos.

El restaurante de Iqbal es modesto, con apenas siete mesas, pero entre sus dos actividades saca suficientes ingresos para enviar a su terruño, donde mantiene mujer y 4 hijos: "No fumo, no tomo (alcohol), no paseo, no voy a las discotecas, yo sólo me dedico a ahorrar", dice este hombre de 43 años.

Uno de los clientes de Iqbal es su compatriota Abdul Qalam, llegado hace 14 años y hoy gerente de "Japan Car": "El negocio (de los coches usados) ya no está bien, muchos de los que vinieron conmigo se volvieron a casa y ya casi no vienen nuevos compatriotas", se queja.

Abdul Qalam se trajo a su esposa, con la que tiene dos niños que ya casi no hablan la lengua materna y son dos pequeños más de la escuela. Recuerda cómo tras el 11 de septiembre de 2001 Tacna se llenó de periodistas, peruanos y también estadounidenses, que venían a husmear en la vida de esos extraños musulmanes perdidos en algún lugar del sur peruano.

El Ramadán, el mes de ayuno musulmán, marca el momento álgido de la comunidad: todos los hermanos en la fe, paquistaníes o peruanos, se reúnen para romper juntos el ayuno en la mezquita, hombres, mujeres y niños.

Pero en este último Ramadán, que terminó en septiembre, "apenas ochenta personas nos hemos reunido en la mezquita", reconoce Abdul Qalam.

En sus buenos tiempos hubo incluso un "imam" pagado por la comunidad para dirigir los rezos; hoy es el musulmán de más edad o el más piadoso quien asume esta responsabilidad.

El último sábado, pese a ser día feriado para la mayor parte de la comunidad, solo cuatro fieles se reúnen al mediodía, y como ya no hay "imam", es otro paquistaní de paso por Tacna -dice que va camino a Chile- el que da dos pasos al frente, se pone de espaldas a sus correligionarios y entona "Allahu Akbar" (Alá es grande).

Hay también un peruano converso que ha adoptado el nombre de Saíd y que se encarga del mantenimiento y la vigilancia del templo. Saíd se ha casado con una compatriota, que según él se convirtió al islam al navegar por internet y adoptó el nombre de Zuleija.

Imposible hablar con Zuleija, porque Saíd -con ese celo que tienen los conversos- se niega a presentar a su esposa "para que nadie le falte el respeto". EFE

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