domingo, 14 de septiembre de 2008

Al penal, con el hiyab

LA PLATA, 14 Sep 2008,diariohoy.net,Francisco Martínez .


Bárbara Guerrero es guardia del Servicio Penitenciario bonaerense y realiza tareas administrativas en la Unidad 12 de Gorina. Se convirtió al Islam, pero el proceso no se hubiera completado sin el pañuelo. Cómo sorteó los prejuicios. Hablan su marido, un abogado del SPB (también musulmán converso); el jefe de la cárcel y el Sheij Abdala Madani

Entramos a una cárcel el jueves 11 de septiembre, a 7 años del atentado a las Torres Gemelas. En la Unidad 12 de Gorina no hay sirenas, ni bocinas, ni gritos. Pura paz, en una zona casi rural. El invierno resiste y sopla un viento fresco. Está nublado y todos los presos permanecen adentro, después del horario de visita ampliada. Los penitenciarios piden la identificación y avanzan tranquilos, entre caminitos de cipreses y sorteando perros casi vagabundos. En el fondo, una vieja chimenea de ladrillos. En la antesala a la oficina del director, espera una muchacha. No tiene el velo musulmán. Nos mira, y nos preguntamos: ¿será ella? Pero no.

El director Orlando Barreiro abre la puerta que tiene una chapa de “Jefe”. Adentro, una cruz y un rosario. Es un hombre afable. Nos presenta a Néstor Abbudar, que es abogado, oficial del Servicio Penitenciario desde hace 11 años y convertido al islamismo desde hace unos 5.
“A las mujeres se les nota más por el tema del velo. Nosotros, los hombres pasamos casi desapercibidos”, explica. Y agrega: “Acá se dan cuenta si no acepto un mate, un té o un café, porque ahora estamos de ayuno por el Ramadan (tiempo sagrado, en el que los islámicos deben mantener un estricto ayuno en las horas diurnas).

También hacen chistes-reconoce- como preguntar, si dejo el maletín, por qué la bomba no hace tic-tac”, pero Néstor adjudica ese “humor” al desconocimiento de su religión, de sus costumbres, en definitiva, del otro.

Después de unos pocos minutos, el grupo está completo. Se suman a la charla el Sheij Abdala Madani con su esposa Amina, y el matrimonio de penitenciarios compuesto por Daniel Giúdice y Bárbara Guerrero, o “Jadisha”, tal su nombre árabe, que profesa la fe musulmana. Ella es la protagonista de esta historia, porque es la primera agente del SPB que trabaja en un penal con el hiyab colocado (el pañuelo en la cabeza), como marca la tradición islámica.

T.U: -¿Qué cara pusieron tus compañeros?
J: -Los que ya sabían, no dijeron nada. Y otros se sorprendieron, porque dentro de la institución no hay antecedentes, pero todos lo tomaron con mucho respeto. No he encontrado ninguna reacción negativa.

Fue hace poco más de un mes que esta chica de piel blanquísima y enormes ojos celestes se puso el hiyab, aunque hace casi 5 años que empezó el proceso de conversión al islamismo y 1 año que ingresó al Servicio Penitenciario. En su tarea administrativa no tiene un contacto directo con los internos. La Unidad 12, por otro lado, es de régimen abierto y semiabierto, los presos tienen una granja y salidas transitorias.

“La conversión -dice Jadisha- no es de un día para el otro, porque es una forma de vida que abarca todos los aspectos. Y llegó el momento en que para completar mi vida islámica faltaba el hiyab, que es una obligación para las musulmanas”. Admite que no fue sencillo: “Tenía muchos miedos, porque en todo el mundo vemos a musulmanas que pierden su trabajo o son discriminadas en la calle, pero tomé la decisión y encontré en el Servicio y en el Jefe de esta unidad una apertura y una naturalidad muy importantes”.

Hace 10 años que está casada con Daniel Giúdice, también convertido al islamismo y agente del SPB desde hace 6 años.

A su recorrido por el Servicio él lo llama el city tour. Empezó por lo más difícil, la Unidad 13 de Junín, con régimen de máxima seguridad, donde custodió presos y el perímetro del penal. Ahora, recaló en un trabajo administrativo, en una oficina desde donde se impulsan y difunden las actividades culturales del penal de Gorina.

T.U -¿Esa parte más dura del trabajo ha generado en vos alguna inclinación hacia lo espiritual?
D: -No es que el Servicio Penitenciario cambió algo en mí y dije me voy a inclinar al Islam. Tiene que ver con la personalidad de cada uno. Soy papá de familia, tenemos tres niños, de 10, 8 y 4 años. Y daría cualquier cosa porque mi familia viviese en un país islámico. Porque cuando uno sale a la calle, en Argentina o cualquier país del Occidente, se encuentra con cosas que no quisiera que sus hijos vieran. El flagelo de la droga, el alcohol, la prostitución, la pérdida de valores fundamentales en la familia”.

El sheij Abdala Madani es titular de la Asociación Argentino Islámica y máximo referente de esa religión en nuestro país. Y aquí, asegura, “hay un amplio espíritu” del que se sienten orgullos. “En nuestro caso sabemos que es difícil la utilización del pañuelo. En Francia, por ejemplo, se les ha prohibido a las estudiantes universitarias el uso del hiyab”. Y continúa: “El verdadero primer mundo se demuestra con amplitud, con ejemplos como éste, que se le permite a nuestra hermana llevar a cabo su precepto islámico” y “es un ejemplo también para los no musulmanes, porque el hecho de respetar los principios muestra al otro que esa persona es leal y si es leal con sus principios lo será con todo”.

Para Barreiro (con 28 años en el SPB y jefe de la U-12 desde el 14 de julio) “la integración consiste en respetar la cultura y las creencias de cada uno, porque si no damos el ejemplo para adentro, mal podemos orientar a quienes estamos tratando de reubicar (los internos)”.

T.U: ¿Jadisha, vos podrías usar el uniforme con el hiyab?
J:- No hace falta que lo use, porque hago tareas administrativas (trabaja en mesa de entradas).
Entonces interviene el Sheij: “La doctrina musulmana no impide usar uniformes, pero en el caso de algunas empresas o comercios que exigen minifaldas cortas o ropa muy ajustada, que marca las partes pudendas, se le recomienda a la mujer que no tome esos trabajos, porque atacan al pudor”. Madani aclara que el shador o burka (la vestimenta que cubre totalmente a la mujer) “no es obligatorio” pero sí “el hiyab, porque el pelo es una de las partes pudendas de la mujer, que sólo pueden ver el esposo, sus hijos y descendientes”.

Según Jadisha, “está instaurada la idea de que la mujer es oprimida por el uso del hiyab, cuando en realidad es liberada de la esclavitud de la estética y la obligación de exhibirse, de conseguir un trabajo por cómo te ves y no por cómo sos, o las capacidades que tenés”.

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