San Sebastian , 24/05/2015,noticiasdegipuzkoa.com, Un reportaje de Jorge Napal
No quieren generalizar, pero tampoco callar. Nos les gusta nada oír eso de “islamista terrorista”. Reconocen que quizá ellos tampoco hagan lo suficiente para cambiar una imagen negativa que les persigue.
“Cuando iba al médico sin velo, me trataban normal. Ahora se dirigen a mí de otra manera” “La actitud de las administraciones cambia cuando se dan cuenta de que sabes euskera” “A los que dicen ‘islamista terrorista’ estaría bien preguntarles si saben lo que es el islam” “Queda mucho por hacer. Solo con educación y aprendizaje llegará el cambio necesario”
Amal Eissa, de 20 años, decidió ponerse el velo hace dos. Reconoce que desde que tomó la decisión, se ha llevado más de una sorpresa en el trato diario con las administraciones y algunos miembros de su entorno. “Jamás me he visto presionada por mi familia, que siempre me ha dado plena libertad. De hecho, mi hermana me aconsejaba que no me lo pusiera”, expone, lejos de sentirse sojuzgada.
Esta marroquí vecina de Andoain estudia Bachiller en Donostia. No quiere dar una visión negativa de la sociedad guipuzcoana, donde la acogida, a grandes rasgos, “no es mala”. Pero su experiencia diaria con la Administración le demuestra un doble rasero. “En primer lugar, no creo que haya que dirigirse a las personas de manera diferente en función de si saben o no un idioma”, sostiene.
¿Tolerantes hasta que dejamos de serlo? Sus amigos, la cuadrilla de Andoain que había tenido hasta entonces, le decían que le iban a querer igual aunque se cubriera la cabeza con un velo, pero muchos le han dejado de hablar. Insiste en huir de generalizaciones, pero entiende que prejuzgar a las personas en función de sus creencias o su aspecto revela un comportamiento social un tanto hipócrita. “Cuando antes iba al médico sin velo, me trataban normal. Desde que me lo puse, me tratan de otra manera. Muchas veces se han puesto a hablar delante de mí en euskera. Se creen que no me entero. La verdad es que trato de evitar entrar en ese tipo de situaciones, hasta que no me aguanto y les digo: “¡Por favor, que os estoy entendiendo, y os estáis metiendo conmigo!”.
Alimentando el odio
Las reflexiones de esta joven estudiante se descuelgan en torno a una mesa redonda organizada por este periódico para analizar la visión que la comunidad musulmana tiene de la sociedad guipuzcoana, y a la inversa, y el modo en el que puede enriquecerse la convivencia.
La actualidad se impone y el debate arranca en torno a un episodio reciente, el de la agresión y amenazas proferidas por dos vigilantes de Renfe a un vecino de Tolosa de origen argelino. “Islamista terrorista, eso es lo que le llamaban. No es que sea un discurso contra el inmigrante en general, sino que cada vez con mayor frecuencia escuchamos amenazas e insultos dirigidos a una comunidad en concreto”. Saad Malec, coordinador en Gipuzkoa de proyectos de inmigración, lamenta los discursos políticos que alimentan el odio hacia la diversidad. Cree que la intolerancia es lo único que no se puede tolerar. “Es un rechazo que permanecía latente, que parecía dormido, y que personajes como el alcalde de Vitoria se han encargado de agitar”.
El argelino Khelifa Tadjne, que denunció la agresión de los vigilantes, busca testigos estos días para que “se sepa la verdad”. Aziz Messauodi se muestra convencido de que, “como en otras muchas ocasiones”, se negarán los hechos. Este hombre, de 33 años y padre de dos hijos de corta edad, preside la Federación Islámica del País Vasco, que aglutina a más de una veintena de mezquitas. Está acostumbrado a realizar labores de intermediación, como va a ser necesario hacerlo en Azkoitia, donde finalmente se ha dado luz verde a la licencia de construcción de una mezquita que ha suscitado cierta oposición vecinal. A principios de junio, avanza el presidente de la federación, está previsto abrir un debate en el municipio para tender puentes y alcanzar un acuerdo.
Pero volviendo a la agresión en Renfe, Messauodi sostiene que “debería haber una mayor contención por parte de este tipo de agentes. Nadie tiene derecho a insultar a una persona por el hecho de ser musulmana. Todo esto demuestra la rabia que anida en determinadas personas, aireada por esas declaraciones políticas que fomentan el rechazo”, critica.
Pronuncia a continuación las dos palabras que utilizó aquel agente para insultar al pasajero: “Islamista terrorista”. “Estaría bien plantearle a ese hombre si sabe lo que es realmente el islam. A buen seguro que no tiene ni idea, que tiraría del tópico del barbudo con turbante”. Bayan El Idrissi, de 23 años, le mira con un gesto de asentimiento. “Es el primer insulto, lo más fácil, pero es un insulto que duele”. Esta educadora social, hija de padres marroquíes, también percibe que la convivencia en Gipuzkoa no es mala, pero sostiene que existen más conflictos de los que se cree, “muchos de los cuales se silencian porque quien los sufre sabe que no recibirá apoyo”.
Este joven, guipuzcoana, también sabe lo que es percibir un trato hostil de personas con ideas preconcebidas. “Ocurre muchas veces con las administraciones, cuya actitud cambia cuando se enteran de que sabes euskera. Hay muchos ejemplos de ello. He visto marear a mi madre a la hora de hacer papeleos, cuando la actitud hacia mí es bien diferente. Otro tanto ocurre en el hospital. Recuerdo cuando mi hermana dio a luz y le hicieron levantarse de la cama bruscamente. No se le trató bien, y se lo hicimos saber. “¿Ah, pero sabéis castellano?”, nos preguntaron. Yo les dije que sí, que éramos guipuzcoanas, de padres marroquíes pero nacidas aquí. Entonces se pusieron a hablar en euskera, y su sorpresa fue mayúscula cuando les dijimos que también dominábamos el idioma vasco”.
Palabras malsonantes
Aziz, de hablar pausado, sostiene que la del velo es “otra de las peleas” de esta sociedad. A su entender, contiene una paradoja. “Esa misma sociedad, aparentemente garantiza la libertad, pero cuando una persona decide tomar un camino diferente se le acaba por rechazar”.
Los cuatro apuntan a determinados medios de comunicación como una caja de resonancia que fomenta el rechazo, al subrayar los aspectos más negativos de la comunidad musulmana. “Se sigue inculcando el miedo”, censura Amal. Lamenta los exabruptos y palabras malsonantes que se descuelgan en las redes sociales. “Cuando pasa algo negativo con un musulmán se le da muchísima más importancia que cuando ocurre eso mismo con una persona de aquí”, observa.
Malec muestra su preocupación por los últimos estudios e informes publicados en el País Vasco que colocan a marroquíes y gitanos como algunos de los colectivos que más rechazo suscitan.
Pero el debate gira a partir de ahí hacia terrenos donde sobrevuela la autocrítica. En un ejercicio de introspección, el presidente de la Federación Islámica del País Vasco lanza la siguiente pregunta: “¿Y qué estamos haciendo para cambiar esa imagen negativa que tienen de nosotros?”. Critica la formación de guetos y el modo de actuar de ciertas personas “que no se integran y no participan en ninguna de las actividades que se les proponen”. Bayan replica. Dice que no siempre es así, que sus padres hicieron un enorme esfuerzo por adaptarse al ritmo de la escuela.
Pero más allá de situaciones puntuales, Azziz echa de menos una mayor implicación de la comunidad musulmana, “teniendo en cuenta que las instituciones están fomentando muchísimo la participación”. “Queda mucho por hacer”, añade Malec, convencido de que “solo con la educación y el aprendizaje llegará el cambio”.
Sus interpretaciones
Conforme avanza la charla, vuelven a aflorar puntos de vista divergentes. El debate se enreda a cuenta del islam. “Se habla de modernizarlo, pero no creo que haya que cambiar nada. En todo caso modernizar la cultura, y con ella cambiaremos todos”, sostiene Amal. Malec parece hacer un gesto de desaprobación. No está de acuerdo. “No entiendo que un hombre pueda casarse con cuatro mujeres”, expone este marroquí, que lleva más de dos décadas residiendo en Gipuzkoa.
Y surgen a partir de ahí varias interpretaciones. “El islam no tiene por qué modernizarse”, insiste el presidente de la Federación Islámica del País Vasco. “Deberíamos diferenciar entre el texto del Corán y las interpretaciones que se hacen. El profeta nunca dijo que la mujer tiene que mantener al hombre, pero luego están las interpretaciones. Tanto es así, que esto mismo que acabo de señalar no lo puedo decir habitualmente en las mezquitas. De algún modo, hay gente que ha interiorizado que es la mujer la que tiene que estar sometida, pero no, eso no lo dice el Corán”.
Más allá del Corán y sus interpretaciones, Malec entiende que el colectivo musulmán “tiene que empezar a dar pasos”, en un contexto con diferentes sensibilidades. “Hay un discurso moderado que parece no calar, y ahora mismo está ganado el más radical”, sostiene. Aziz entiende que no es así. “Aquí en el País Vasco no es justo hablar de radicalismo. Es algo que no tiene peso, y además deberíamos plantearnos desde un principio qué se entiende por discurso radical”.
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