Birmania, 15/05/15,lainformacion.com, Marcos Teixeira
Un grupo de inmigrantes rohingya
Unas 500 personas se encuentran a la deriva en las aguas del golfo de Bengala.
Perseguidos y discriminados, los rohingyas huyen por millares de Birmania.
La ONU acusa a Tailandia y Malasia de jugar al "ping-pong" con las embarcaciones.
Birmania es uno de los países del sureste asiático con mayor diversidad racial y lingüística de la región. Cuenta, según cifras oficiales, con unos 135 grupos étnicos reconocidos, entre los que no están, sin embargo, un millón de personas que conforman el pueblo musulmán de los rohingyas.
Perseguidos, humillados y discriminados durante décadas dentro de la antigua Myanmar, miles de ellos deciden cada año huir del país, convirtiéndose en víctimas de las mafias que comercian con seres humanos y hallando, en el mejor de los casos, la misma violencia en los lugares que les acogen a regañadientes.
Los parias del sureste asiático; los Nadie de los que hablaba Eduardo Galeano, que no son, aunque sean; son según las Naciones Unidas, uno de los pueblos más perseguidos y discriminados de todo el mundo. La violencia que han sufrido en Birmania, ha provocado una diáspora de al menos otro millón de personas que se asientan en diferentes zonas geográficas, en su mayoría en países vecinos como Malasia e Indonesia, los cuales se niegan a acoger a más refugiados, pese a que ello signifique su muerte.
Los últimos en abandonar el apartheid impuesto por Birmania, pues no se les considera ciudadanos y se les prohíbe tener libertad de movimientos, acceso a la educación, casarse o formar fuerzas políticas, se encuentran a la deriva sin apenas alimentos y agua potable sobre las aguas del golfo de Bengala, junto a cientos de inmigrantes de Bangladesh, víctimas de las redes mafiosas que negocian con personas y de la indiferencia internacional.
La nueva campaña llevada a cabo por las autoridades tailandesas contra el tráfico de seres humanos ha provocado que unas 500 personas se encuentren ahora mismo abandonadas en el océano Índico, después de que los traficantes que les transportaban huyeran por miedo a ser detenidos. Los gobiernos de Yakarta y Kuala Lumpur han advertido que no permitirán que ninguna embarcación que haya entrado sin permiso en sus aguas toque tierra firme, salvo que se estuviera hundiendo, y en ese caso serían obligados a volver a sus lugares de origen.
Sin embargo, desde la ONU denunciaron que "los gobiernos en la región están jugando a un ping-pong humano" al devolver los barcos al mar utilizando la excusa de la lucha contra el tráfico de personas. "Las marinas tailandesa, malasia e indonesia deberían trabajar juntos para rescatar a todos aquellos que están en estas embarcaciones. "El mundo juzgará a estos gobiernos por cómo traten a estos hombres, mujeres y niños vulnerables".
El éxodo olvidado de los rohingyas
El enésimo viaje desesperado de los rohingyas puede sumarse a una negra lista de éxodos frustrados, que solo en 2014 se ha cobrado la vida de unos 25.000 birmanos. Según Naciones Unidas, un millar de personas han muerto desde marzo en esta huida por mar, a causa del hambre, la sed y la violencia que ejercen los traficantes que comercian con ellas. Sin embargo, las esperanzas de estas personas no solo se ahogan en las aguas del Índico, sino que yacen también en las frondosas junglas de Tailandia, en las cuales se han encontrado en las últimas fechas casi una treintena de fosas comunes con decenas de refugiados.
Las diversas políticas de exclusión y limpieza étnica, impuestas indiferentemente por los gobiernos que se han sucedido en el país desde su independencia del imperio británico a mediados del siglo XX, han provocado no solo fuertes migraciones hacia Bangladesh, donde también son rechazados pese a ser considerados de este país por Birmania, y otras zonas, sino también una cada vez más penosa situación de desprotección dentro de territorio birmano, en donde viven hacinados en campos de refugiados sin acceso a los derechos más elementales.
"Hasta que el Gobierno de Birmania afronte la discriminación institucional contra la población rohingya, incluido el acceso igualitario a la ciudadanía, seguirá habiendo emigración precaria", alertaron desde Naciones Unidas.
El fin del calvario pudo haberse vislumbrado tras la caída de la dictadura en 2011, sin embargo, la ascensión de grupos budistas fundamentalistas ha incentivado esta discriminación, la cual alcanzó uno de sus capítulos más significativos cuando a principios de año el monje Ashin Wirathu llamó puta y animó a acostarse con los musulmanes "si tanto le gustaban" a la enviada especial de la ONU, la surcoreana Yanghee Lee, cuando denunció el "castigo colectivo" que sufría esta minoría.
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