lunes, 27 de septiembre de 2010

A la escuela... por la tarde .

Ceuta,27/09/2010,elfarodigital.es,Beatriz G. Blasco.

Unos 300 niños de la escuela coránica ‘Abu Lhasan Achcharri’, ubicada en el edificio de la mezquita de Sidi Embarek de la barriada Juan Carlos I han comenzado esta semana sus clases al margen de la enseñanza obligatoria. Lecciones de árabe literal, ética y preceptos coránicos que buscan imprimir en los niños una completa base de cultura islámica. A pesar de que los alumnos provienen de familias musulmanas, el centro no se cierrra a otras confesiones

El ‘Al-Adán’ (llamada a la oración) de las 17.45 marca el fin de la clase. El cántico desde el minarete de Sidi Embarek sustituye a la sirena que resuena cada mañana en la mayoría de los colegios y acaba el silencio. Las puertas de la media docena de aulas del colegio coránico ‘Abu Lhasan Achcharri’, ubicado en la planta baja de la mayor mezquita de la ciudad, se abren de par en par en cuestión de segundos. Varias docenas de niños casi todos menores de diez o doce años llenan con su alegría la entrada del centro escolar. A escasos metros sus padres les esperan. Intercambio de sonrisas y pareceres sobre la jornada y para casa. Es el segundo día lectivo. El curso empieza a rodar...

Mustafa Ahmed Chaib, director del colegio, cuenta las líneas básicas de actuación en un lugar para muchos aún desconocido: “Impartimos clases cuatro días por semana, de lunes a jueves, en dos turnos diferentes de 15.45 a 17.45 y de 17.45 a 19.45”. En cuanto a los meses se respetan los cursos lectivos habituales en los centros escolares de la ciudad, respetando las festividades que marca el calendario del Ministerio de Educación y celebrando también fiestas musulmanas aún no incluídas en el calendario oficial. Ocho horas lectivas semanales que han de sumarse a las que, durante la mañana, cada uno cursa en diferentes colegios de la ciudad. ¿Una carga? Por sus rostros durante y después de las clases no lo parece.

“El proyecto educativo lo presentamos, en esta ocasión, bajo el lema ‘Con el Islam llegaremos a la convivencia’” comenta el presidente de la AMPA del centro, Abdel-latif Limmagui, “que busca que los niños aprendan a leer, escribir y hablar el árabe literal, así como memorizar el Corán”. Una idea para que los pequeños sepan convivir con todos los vecinos, cualesquiera que sean sus creencias religiosas, su raza o condición. “Ahora en Ceuta tenemos una quinta comunidad, la china, así que también tenemos que aceptarla, respetarla y conocer su cultura”, agrega Limmagui.

Siete docentes venidos desde Marruecos a diario. La “excelente” preparación de estos docentes, puesto que quienes podrían desempeñar estas funciones en la ciudad ya gozan de otros trabajos, unido a las limitaciones económicas del centro que les imposibilita para pagar grandes sueldos son los motivos por los que se opta por que los profesores vengan del otro lado del Tarajal. “Los ingresos por las matrículas, de 20 euros por niño más 15 euros mensuales por alumno, y ayudas puntuales de algunas instituciones son nuestra financiación”, explican, “y en muchos casos si la familia tiene varios niños o no puede hacer frente al pago, éste se rebaja o incluso se deja gratis”. La falta de dinero no es, en ningún caso, motivo para que un niño no pueda asistir a clase.

Los padres hablan

Como la inmensa mayoría de quienes hoy forman parte del AMPA, Shora Mohamed Ahmed, comenzó a involucrarse en la escuela como madre de un alumno que hoy tiene ya 15 años. “Empezó por primera vez a los cuatro años”, inicia, “y ahí comencé como voluntaria para cualquier cosa que se necesitara”. Cuenta que optó por apuntar a su primogénito a clases de cultura islámica porque no quiere que a sus hijos les ocurra lo mismo que a ella. “Yo no sé ni leer ni escribir árabe y quería que a mis hijos no les ocurriese lo mismo que a mí”, dice. Ante la pregunta de si le gustaría haber tenido la oportunidad de aprender árabe de niña, Shora responde sin que su interlocutora termine la frase: “¡Sí! Claro. De hecho voy a asistir este año a las clases de mayores, pues el año pasado me apunté y al final no podía venir por falta de tiempo, así que ahora lo voy a volver a intentar”.

Irá a clase al mismo tiempo que sus dos hijas pequeñas, de 13 y 10 años. “El mayor, como mide casi dos metros pero quería continuar estudiando árabe, me pidió que le cambiara al centro de Muley el-Mehdi donde hay chavales de su edad”, explica la madre, “pero lo de seguir salió de él mismo, sin que nosotros le dijéramos nada, pues él sabe que estudiar árabe es bueno para su futuro”. De vez en cuando, en casa de esta familia se ve la televisión en árabe, por lo que es entonces cuando Shora, en su condición de madre, es por un rato la aprendiz. “Las niñas me dicen: mira mamá, eso se lee así”, explica entre risas.

El ‘Abu Lhasan Achcharri’ es, a pesar de su trayectoria de más de una década en la ciudad, un lugar aún por muchos desconocido. No tanto entre la comunidad musulmana, que conoce la oferta educativa del centro, como entre el resto de confesiones que conviven en Ceuta. No son pocos quienes asocian esta y otras escuelas al integrismo islámico. Nada más lejos de la realidad. Si bien se promulga y enseña un concepto global de la cultura islámica donde se incluyen, además de las clases de árabe, directrices en ética y acercamiento al Corán, sus responsables señalan que ni mucho menos se cierra la puerta al cristiano, hindú, árabe, chino o ateo. Ahmed Tami refrenda esta idea con su propia experiencia. Casado con una cristiana, apuntar a su hija a estas clases es la manera más eficaz de que aprenda y contacte con la cultura de su familia paterna. “En casa, con la madre, no puede hablar árabe, así que eso es lo que más le cuesta”, comenta el padre. Y no sólo es el musulmán el interesado en aprender árabe, pues aunque en un bajo porcentaje y siempre que haya habido personas interesadas como para conformar un grupo, alumnos de otras confesiones han aprendido ciertas nociones sobre esta lengua. “En algunas ocasiones personas cristianas han venido a informarse, si bien no ha llegado a cuajar un grupo por falta de gente”, explica Tami, “pero si se diera el caso se podría amoldar la enseñanza únicamente al árabe, por supuesto”.

La supresión de un profesor de árabe por la Escuela Oficial de Idiomas quizás pueda convertir a estas escuelas en la alternativa para muchos que quieran aprender árabe y no han podido por falta de plazas. Una fotocopia del libro de familia, otra del DNI de padre/madre/tutor, otra del DNI del alumno y dos fotos tamaño carnet son los documentos a aportar por todos aquellos que, por primera vez, quieran introducirse en el centro. Y, por supuesto, un documento que no se fotocopia ni se puede nunca traspapelar: la ilusión y las ganas por aprender una lengua que nos puede ser muy útil en gran parte del mundo.

La asignatura pendiente de las madres... ¡subsanada!

Hasta el ‘Abu Lhasan Achcharri’ no sólo llegan niños con ganas de aprender. A diario un grupo de mujeres, la mayoría madres, recibe clase de árabe. “Hay muchas mujeres que de niñas no han tenido la posibilidad de aprender la lengua del Corán por lo que también desde el punto de vista religioso sienten que no pueden desempeñar la fe de un modo completo”, explica Haduch Abdeselam, vicepresidenta de la AMPA y una de las trabajadoras del centro que siempre está ‘al pie del cañón’. Y no sólo la religión marca esta inquietud por aprender. También lo hacen por sus hijos. Poder ayudar a éstos en su tareas diarias de árabe, instruirles mejor en el día a día y poder realizar algo tan sencillo como ver la televisión en familia entendiendo qué se está contando en las cadenas en lengua árabe son otros motivos de peso. Si los niños son alumnos ejemplares, no lo son menos ellas. Su aula es la más silenciosa.

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