sábado, 21 de agosto de 2010

Los nuevos españoles se llaman Mohamed

Madrid,(20-08-2010),intereconomia.com

La inmigración en España está cambiando la nomenclatura tradicional: ya hay en nuestro país más Mohameds que Gonzalos o Alfredos.

Hasta hace tres décadas, la elección del nombre de los hijos representaba pocas dificultades. Uno podía basarse en el santoral del día, en el patrón de la ciudad o en una transmisión familiar de los nombres: de abuelo a nieto o de padre a hijo. Si la elección de los nombres –como afirma la estudiosa Laura Wattenberg– responde a corrientes culturales de las que casi nunca somos conscientes, el abandono de las viejas pautas a la hora de imponer un nombre habla de una cierta atomización: ahora, según Wattenberg, los padres ''sólo tienen un vínculo en común'' a la hora de elegir los nombres, y es ''la determinación de que no se parezca a ningún otro''.

Con todo, los datos del Instituto Nacional de Estadística arrojan alguna luz sobre los significados sociales de la elección de los nombres. Si entre las clases medias y altas hay un cierto revival medievalizante –Jimena, Mencía, Rodrigo, aunque obviamente no Urraca–, queda atrás la práctica de nombrar a los hijos según personalidades históricas del momento, como en España se ha visto con José Antonio –por Primo de Rivera–, Juan Pablo –por el Papa polaco– o Felipe –por González–. A cambio, tenemos una hiperregionalización de los nombres: en el País Vasco, los nombres más populares para niños son Iker, Oier, Unai, Markel, Jon y Ander, mientras que en Cataluña son Marc, Àlex, Pol, Pau y Arnau; en ambos casos, nombres puramente vernáculos. En Canarias triunfa Yeray y en Baleares Biel.

En el global de España todavía predominan los clásicos: Antonio, José, Manuel, Francisco y Juan, por este orden, son los primeros de la lista en nombres masculinos, mientras que en los femeninos destacan María del Carmen, María, Carmen, Josefa e Isabel. Para los nacidos en el último año, sin embargo, las opciones ganadoras son Daniel, Alejandro, Pablo y Hugo, y Lucía, Paula, María y Sara. Con todo, en lugares como Ceuta los nombres más frecuentes en los últimos años para recién nacidos son Mohamed, Adam, Rayan y Muhammad para chicos; y Noor, Aaya, Salma, Mariam y Malak, para las niñas. En el total nacional, Mohamed ocupa el puesto 68, siendo un nombre ya globalmente más recurrente que Gonzalo, Mariano, Domingo o Alfredo. Por su parte, Fátima ocupa el puesto 82 como nombre más común entre las mujeres, con cerca de 42 mil mujeres con ese nombre en España, de las que casi la mitad tienen nacionalidad marroquí. En España, sin embargo, aún estamos lejos del fenómeno de ciudades como Ámsterdam, Rotterdam, La Haya, Utrecht, Bruselas, Amberes o Milán, donde Mohamed es el nombre más puesto a los recién nacidos. La lectura es obvia tanto en el extranjero como en España: las comunidades de inmigrantes manifiestan una mayor autoestima cultural. Si sólo un 3% de los españoles se llama Antonio, casi un 10% de los marroquíes se llama Mohamed y un 5% más se llama Mohammed –con dos emes–.

La aludida determinación a que el nombre del hijo “no se parezca a ningún otro” cobra especial fuerza entre la inmigración sudamericana, existiendo países con tradición de nombrar a los niños como Exquisita Pílsener, Victoria Apretada o Conflicto Internacional, práctica recién vetada. Al margen de estas excentricidades típicas de Ecuador, en los países sudamericanos los nombres más comunes destacan por su poca incidencia en el global: sólo el 0,7% de las bolivianas se llama Martha, y ése es el nombre femenino más común, mientras en los colegios españoles uno puede encontrarse con casos tan originales como el de un Michael Jurdens (sic). En 2009, casi 450 niños recibieron el nombre –frecuente en Hispanoamérica– de Kevin.

Las tendencias demográficas, en todo caso, apuntan a un auge de los Mohamed: la tasa anual de crecimiento de la población nacida en el extranjero es del 22% y los índices de reproducción de los musulmanes en España, como en Europa, son un 50% más altos que la media. De modo que para encontrar nombres tan tradicionalmente hispánicos como Severo, Prudencio, Dámaso, Plácido o Julián, los españoles tendremos que buscar en la única comunidad en la que aún son populares: los inmigrantes de Guinea Ecuatorial.

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