miércoles, 12 de marzo de 2008

El hombre que logró salvar la Esfinge de Egipto, ahora quiere devolver a las momias a sus tumbas

<--Las momias, a sus tumbas

EL CAIRO,12-03-2008,EFE.-

Las momias humanas, que tanta fama han dado al antiguo Egipto, deben volver a sus tumbas porque sólo así recuperarán el descanso eterno.

Esta es la última campaña de Bassam Chamaa, un auténtico agitador del mundillo de la egiptología que se hizo famoso hace unos meses por ser el primero en avisar de que la Esfinge de Guiza sufría filtraciones de agua subterránea.

Una advertencia que ha dado sus frutos, pues las autoridades han anunciado trabajos de protección ante la famosa estatua que preside y guarda las Pirámides.
Ahora Bassam pretende que las momias del Museo Egipcio -veintitrés de ellas expuestas
en salas especiales y más de 2.000, enteras o troceadas, almacenadas en sus sótanos- regresen a las tumbas de las que, según él, nunca debieron salir.

"Tutmosis III se fue hasta la parte más abrupta del Valle de los Reyes en Luxor, trazó un largo pasillo y sólo al fondo de él mandó sepultar su cuerpo. Lo último que quería era exponer su cuerpo, y como él todos los demás, faraones, nobles y gente normal", dice Bassam en una entrevista con Efe.

"Mostrar las momias en su desnudez, con sus defectos corporales, sin el lino en el que iban envueltas, sin la protección de sus sarcófagos y fuera de sus tumbas, es una suerte de sacrilegio", se indigna Bassam.

Hay quien ha visto en esta exhibición un sacrilegio incluso en tiempos modernos: durante siglos, la mayoría de teólogos musulmanes se oponían a la exhibición de las momias por tratarse de cadáveres, y fue sólo en los años 70, en época de Anuar el Sadat, cuando se decidió mostrar las momias en público.

Ahora Bassam busca el apoyo de los teólogos musulmanes para apoyar su proyecto. La tradición en el Islam establece que un cadáver debe ser enterrado lo antes posible. Exponerlo a la vista pública, y menos aún pedir dinero por ello, no puede ser acorde con la religión. Así lo cree Bassam, y por ello pretende el apoyo de los teólogos.
Porque lo cierto es que ver a las momias cuesta dinero, y no es una bagatela: si la entrada en el Museo Egipcio cuesta 50 libras (6 euros), ver a las momias en dos habitaciones especiales envueltas en la penumbra cuesta exactamente el doble.

Es cierto que son muchas las personas que encuentran obscena la exhibición de las momias, incluso dentro de salas oscuras donde está prohibido hablar en voz alta y usar los móviles. Hay personas que salen disgustadas de su visita a las momias, otras con tristeza, pero lo peor -dice Bassam- son las que bromean sobre los dientes o las uñas de los regios cadáveres.

Bassam es consciente de que dejar de exhibir a las momias -que permiten ingresar al Museo unas 50.000 libras diarias (6.000 euros)- costará mucho dinero al Estado, pero también ha pensado en ello: para enjugar estas pérdidas, propone organizar un gran festival en el que las momias serán de nuevo envueltas en lino y transportadas con toda solemnidad a sus tumbas originales.

Según él, ese festival podría atraer a cientos de miles de turistas, que además pueden sentir interés por visitar más tarde las momias en sus tumbas originales, incluso aunque no puedan ver sino su sarcófago.

"Como sucede ahora con la momia de Tutankamón, cada una reposará en su envoltorio de lino, dentro de una urna de cristal con la temperatura controlada, depositada dentro de su sarcófago y en la tumba de la que nunca quiso salir", explica.
Lo más curioso de Bassam es que no es egiptólogo ni arqueólogo de formación, sino que se gana la vida como guía turístico. Un guía que ha escrito 19 libros sobre egiptología y que parece saberlo todo sobre los faraones.
Su nombre no es bien recibido en los círculos oficiales de la egiptología y de él han llegado a decir que merece estar en un asilo de alienados y no difundiendo extrañas teorías.

Pero fue él quien alertó de que la Esfinge se ahogaba y el tiempo le ha dado la razón.

¿Tendrá la misma suerte con su campaña de devolver las momias a sus tumbas?.
Un anónimo albañil enterrado al pie de las pirámides ya advirtió en su día en una inscripción al lado de su tumba que "Quien ose perturbar el sueño de los muertos, que sea devorado por un hipopótamo, un león o un cocodrilo".

Los leones y los hipopótamos ya han desaparecido de Egipto. La especie que no para de crecer se llama turista, y para frenar su curiosidad no hay maldición que valga.

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